Muchos motivos hacen de la natación, en todos sus estilos y campos de práctica (natatorios o aguas abiertas) uno de los mejores ejercicios aeróbicos. Esto se debe a que es uno de los deportes más completos, teniendo en cuenta la cantidad de grupos musculares que entran en acción durante su práctica. Al nadar con estilo se ponen en funcionamiento, a la vez, más de dos tercios de todos los músculos de nuestro cuerpo. En la mayoría de los estilos aceptados, los gestos técnicos de desplazamiento implican la participación de los músculos del tren inferior, tren superior, del tronco y la cabeza. Todos ellos cumplen una función específica en el desarrollo de la estabilidad y la propulsión en el agua.
A pesar de que la natación es uno de los deportes de menor impacto, se calcula que la resistencia del agua al movimiento es muchas veces mayor que la que presenta el aire, lo cual obliga al cuerpo a desarrollar más energía para avanzar nadando. Pero esta energía es desarrollada en una forma pareja, utilizando más equilibradamente brazos y piernas que, por ejemplo, en la carrera, presente en muchos deportes como football, basquetball, o el salto (atletismo, volleyball, etc.)
Como decíamos, tiene un bajo impacto sobre las distintas partes de nuestro cuerpo. Esto se debe a que, al estar el cuerpo sostenido o sustentado por el agua, se reduce al máximo la tensión de los huesos y las articulaciones. Esto la hace preferible a casi todos los demás deportes competitivos. La carrera, parte esencial de muchos deportes, provoca un fuerte impacto sobre las articulaciones, en especial las rodillas y tobillos. Comparándola con ella, la natación no sólo no tiene esa indeseable consecuencia sino que, por el contrario, fortifica los tejidos articulares previniendo problemas. Por eso, nadar mejora la postura corporal y desarrolla la flexibilidad más que la mayoría de los deportes.